El final de una relación, de un amor que considerabas irrompible.
El final de tu libertad.
El final de una vida.
La muerte.
Y entonces te sientes roto por dentro. Vas como un barco a la deriva, con la mirada perdida. Y quieres correr, salir corriendo. Dejar atrás todo lo que te hace daño, esa angustia que no te deja respirar, ese agujero en el pecho, que se hace más grande día a día y que hace de tu cuerpo, tu alma y tu corazón miles de pedazos imposibles de volver a juntar. Pero sólo puedes sentarte y llorar.
Y en realidad llorar es lo que has hecho siempre, no sabes hacer más, porque detrás de cada subida, de cada momento feliz, hay una bajada peor que las anteriores, que te hunde poco a poco en un pozo sin fondo. Un agujero negro que te traga.
Quieres romper cosas, acabar con todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario